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CIEN AÑOS

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A una altitud de más de mil metros, el Río Huehueyapan —afluente del Río La Antigua— separa a los poblados de las Puentes y San Marcos, el primero pertenece al Municipio de Coatepec y el segundo al de Xico; en esta zona, el principal sostén de muchas familias, lo fue el café. En temporada de cosecha, era un prodigio estar en la gestación de esos quehaceres, que abarcaban desde el mes de octubre con las primeras “pepenas” hasta el mes de abril, tiempo de los “arrases”.

De la última semana de noviembre, hasta finales de enero, las obligadas vacaciones escolares nos permitían ir a cortar la cereza, que más bien era el disfrute de un “día de campo”. Ya por la tarde, en el regreso a casa, era forzoso detenerse a comprar los bolillos, hojarascas y chamucos con Don Leoncio Méndez, conocido familiarmente como “el Chapia’o” y deleitarlos con el café caliente que nos esperaba en la mesa. Lo seductivo de esa estación, era que muy cerca de la panadería, se ubicaba la famosa cantina de Don Venancio Aparicio y su atractivo era la sinfonola, que siempre, a todo volumen y para deleite de los eufóricos parroquianos, se escuchaba hasta la media calle.

 

 

Desde ahí, y a tanta insistencia de oír las melodías, fue ineludible el aprenderlas (y de vez en cuando, al día de hoy, las canto en la regadera de mi casa). Una de ellas, original de don Alberto Raúl Cervantes y Rubén Fuentes es la llamada CIEN AÑOS, interpretada por el ídolo de Guamúchil, Sinaloa, el inmortal Pedro Infante; cómo olvidar, después de las bellas notas introductoras de la guitarra eléctrica de Don Flavio Ramírez, la inconfundible voz al entonar: “Pasaste a mi lado, con gran indiferencia, tus ojos ni siquiera, voltearon hacia mí…” Pedro Infante, en la cresta de la ola, era el ídolo nacional.

Recuerdo la ocasión, el Domingo de Ramos, inicio de la Semana Santa acudimos a la misa de la bendición de las palmas. El lunes Santo, 15 de abril de 1957, al pasar por el pan, la sinfonola de Venancio permanecía apagada y en ese momento, lo único que escuchamos fue la noticia de que Pedro Infante había muerto al despegar su avión en el aeropuerto de Mérida, Yucatán, noticia no creíble, pero a la persistencia de los presentes, se escuchó la exclamación de mi padre: “—pero esto no puede ser un lunes santo”.

Pedro Infante, el que encarnaba el dolor y la alegría de los humildes, tenía la raya marcada. ¡Pedro ha Muerto!, anunciaba Manuel Bernal; la noticia corrió por todos los caminos. Al otro día escuchábamos, a través de la XEW, la voz del comandante Luis Pérez Cervantes en su programa “La Policía Siempre Vigila”, la narración en vivo de la llegada del féretro a la capital y de ahí el traslado a la funeraria Gayosso, en medio de los gemidos de miles de inconsolables fervientes. El velorio fue visitado aún en la madrugada y el entierro lo custodió una avalancha humana hasta el Panteón Jardín, lugar donde, desde hace 61 años, los mexicanos a diario se manifiestan con la deidad, manteniendo su sepulcro con el frescor de las flores.

Amigos, Pedrito de 39 años de edad, con talento, con un público entregado por completo en su meteórica carrera, con fama y dinero, se había marchado. No hay duda que solo el Salvador domina los designios que a cada quien nos tiene dispuestos. El tiempo va en fuga, y aún tenemos brío para seguir cantando “…y si vivo CIEN AÑOS, CIEN AÑOS pienso en ti”

¡Ánimo ingao…!

Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz

 

Escuche usted la versión audio en la voz inconfundible del «Jarochito»:

 

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