Especial

Del reglamento

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Veo en la entrada de la Avenida Lázaro Cárdenas hacia la Avenida Veracruz, o hacia Plaza Cristal o hacia Américas o hacia Maestros Veracruzanos a dos agentes de Tránsito vestidos convenientemente de azul y empeñados seriamente en cumplir la orden que les dieron.

Ellos han puesto varios conos anaranjados para obligar a los conductores a que ingresen al carril de salida desde muchos cientos de metros antes, y no dejan que ningún gandalla quiera meterse por donde no se debe (porque, si me permiten la expresión, ésta es una de las entradas más sodomizadas por choferes que no respetan el orden ni los ordenamientos). Obvio, muchos y muchas atrás de sus volantes se enojan y hasta hacen a mentarles la madre a los agentes que sólo realizan su función, que es la de evitar que unos pasen por encima del derecho de los otros.

Sucede que en ese punto nodal de la vialidad xalapeña, muchos taxistas y muchas señoras en sus camionetas y varios guaruras que aún no han perdido el empleo se seguían por el carril de acceso al puente que pasa por encima de la calle Chedraui Karam, y se detenían ahí para meterse a la mala a la lateral, con lo que le ganaban -según ellos, ganaban- el lugar a los conductores que venían haciendo una larga cola, muchas veces desde el puente por el que pasa el ferrocarril y a veces desde la Ferretería Onofre (de nada por el comercial).

Con eso no solamente cometían una felonía, sino que se ponían en peligro de sufrir un choque por alcance de los automovilistas que entraban confiados al puente y no esperaban que alguien se fuera a detener de manera tan imprudente como injusta.

Don Edmundo Martínez Zaleta, quien hasta el momento de redactar estas líneas aún seguía siendo el Director General de Tránsito del Estado, confiesa que la imposición del nuevo Reglamento ha sido muy difícil, sobre todo porque no cuenta con el número necesario de agentes para que vigilen y garanticen la correcta aplicación de las medidas correctivas en todas las ciudades de la entidad (menos una, Boca del Río, que no aceptó la nueva normatividad estatal).

Pero regreso a la entrada lateral de Lázaro Cárdenas, y observo que muchos ciudadanos en sus coches y de a pie dan muestra de que están de acuerdo con que se impida que los malandrines del volante ganen espacios a fuerza de meter sus unidades precisamente a la fuerza.

Si todos respetáramos los lugares de los otros en la vialidad, si cediéramos el paso y manejáramos con cortesía, sin duda que las cosas transcurrirían, si no más rápidas cuando menos con mayor amabilidad, y con eso se reduciría el estrés que padecemos como mal endémico en nuestras calles; estrés funesto que tantos males trae a los xalapeños (aprovechando las primeras líneas de La Ilíada de Homero: “Canta, oh diosa, la cólera de Aquiles; cólera funesta que tantos males trajo a los aqueos”.).

Qué bien que se ponga el orden, cuando menos en esos puntos nodales, en donde campeaba la descortesía, y que estaban llenos de malas palabras y peores intenciones.

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