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FIELES DIFUNTOS

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FIELES DIFUNTOS

Por Rafael Rojas Colorado

ARS SCRIBENDI

 

            El ajetreo para recibir a los fieles difuntos ya se escucha en todas partes, el pueblo se viste de folclor y todo es alegría, entusiasmo y emoción, anunciando la fiesta de todos santos. Muchos estudiosos aseguran que este festejo no tiene raíces prehispánicas, ni huellas indígenas, sino que proviene del mestizaje con los españoles. Sea cual sea la verdad, respecto a infinidad de investigaciones. Lo cierto es que es una costumbre arraigada en el alma del pueblo mexicano y esta tradición, se ha convertido en un patrimonio cultural de la humanidad, puesto que es una creencia en el imaginario colectivo de la gente. Esta es la razón de que año con año se esperan a los familiares y amigos que han pasado a ser parte del inframundo, recibimos con agrado su visita para compartir la mesa dispuesta de alimentos, frutos y bebidas que en vida fueron de su agrado

Los mercados, papelerías y negocios en general, exhiben la romería que se vive en ellos, la fiesta ha comenzado, el ir y venir adquiriendo lo necesario para la decoración del altar, las flores de muerto –Cempasúchil y cabeza de león entre otras– despiden un aroma que se identifica con estos festejos al igual que el humo que despide el incienso, la rama tinaja, ponche, pan, mole, chocolate, jamoncillo, cigarros, licor, tejocotes, herramientas de trabajo entre muchas cosas más, para rendirle tributo al difunto como cuando estaba con vida. Las sepulturas comienzan a limpiarse y a pintarlas, al menos una vez al año, pero la mayoría quedan bien presentadas vestidas de flores y coronas.

Rescatando la cultura que da identidad a los pueblos, las familias y los negocios, exhiben en el frente de sus casas las catrinas, la mayoría de ellas muy bellas por sus atuendos, vestidos de colores, sombreros, guantes y velos, bien diseñada la manera en la que visten a la muerte, pues luce llamativa y todo mundo desea una fotografía junto a ellas, como si sé intentara, implícitamente, de alejar al ser humano del miedo a este misterioso personaje, que consciente o inconsciente, cada día se convive con ella, pues la muerte asedia al hombre a cada instante. Se presenta en el momento menos esperado o con calma y paciencia espera largamente la cita a la que se debe de acudir sin ninguna presión, ese día llegará. A la muerte se le ha matizado de infinidad de formas y conductas, finalmente poco importa, puesto que cada instante el hombre va muriendo irremediablemente en el transcurso de su vida.

Volviendo al altar de muertos, estos días nos acercan la imagen de la abuela o las tías adornando vistosos altares en los que pendían racimos de plátano, la moruna y el calabazo, tortas de manteca y huevo, pipián, y un sinfín de alimentos que no terminaría de describir en este espacio. A la una de la tarde, nos reunían en la entrada de la casa para recibir a los difuntos, guiándolos hasta el altar por un caminito formado por pétalos de flor de muerto, esparciendo el incienso y rezar el santo rosario antes de que las ánimas probaran sus alimentos. Cuando la fiesta finalizaba, se repartía la ofrenda a los familiares, vecinos y amistades.

En fin, en el altar de muertos está representado: el inframundo, la tierra y el cielo que son espacios por los que se supone o imagina que el difunto eleva su espíritu, el cuerpo es polvo que pertenece a la tierra o al fuego y el espíritu a dimensiones sagradas. Por lo pronto, se debe de seguir cultivando esta hermosa tradición con nuestros seres extintos y en este entorno de emociones y creencias, el chipi chipi, la niebla y el aire fresco, también nos acompañan en esta tradicional fiesta de los fieles difuntos. Es un legado para que las nuevas generaciones la sigan manteniendo viva.

rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx