Especial

HOY ME ACERCO A TÍ

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Amado pueblo Las Puentes:

 Han pasado casi seis décadas de que te abandoné y la acumulación de este tiempo, no ha hecho algo para que te olvide. Llegué un jueves de mayo a formar parte de la estadística de población y me acogiste con todo lo necesario para que pasara contigo una infancia feliz.

Viví junto a ti casi diez años, y en ese corto periodo, me brindaste la seguridad y el arrojo para que, en el recorrido de tus empedradas calles y caminos, descubriera tu riqueza, tus confidencias, tus resguardos, y fue así como me apropié de un desarrollo sano, vacío de temores y ofuscaciones. Tu escuela, tu iglesia, tu vía, tu estación, tu caja de agua, tu estanquillo, tu estentóreo silbato que anunciaba la entrada y salida de los obreros de tu fábrica, llenaron mi baúl de recuerdos, los cuales, de vez en cuando desempolvo, para que mi alma, se deleite en una regocijada fiesta.

Recuerdo un amanecer, fuimos despertados por la cola de un ciclón que te estaba azotando y tú no estabas acostumbrado a esos menesteres, pero con entereza, tus árboles toleraron, no así sus hojas que, quedaron esparcidas por todos los rincones, causando exclamación a todos los niños al ir camino a la escuela.

Siempre soportaste los embates de las fuertes lluvias. En una ocasión, durante toda la noche el agua se presentó. Acostado en mi cama, un agradable hálito pringaba mi cara de las gotas que se colaban entre las rendijas de las tejas que resistían al incontenible aguacero. El sonido provocado, lo traigo cincelado en mi memoria. Otra sorpresa al ver por la mañana desde el balcón de la escuela el caudal del río que con furia resaltaba su transitar.

También fuiste testigo de las epidemias que la población infantil sufrió. Dos inocentes almas se fueron al cielo, mi prima María Eugenia y mi amigo y vecino Tecolín y tú permaneciste heroico ante estas desgracias. Menciono el doblar de las campanas y el inconfundible eco de la señal del duelo que tú permitiste pero que, también fuiste el guardián de los demás infantes que a la vez te poseían.

Mis queridas Puentes, en este día del niño, me haces un feliz regreso a la infancia, lo cual lo agradezco. Y como has sido guía en mi vida, permito que llegues a mí las veces que desees, aquí estaré esperándote para que me sigas platicando más de tus andanzas. Siempre de aquí.

Agradezco a Maribel y su iniciativa de darnos este curso de 21 días, donde la materia y el tiempo se manifiestan en el subconsciente, fijando información para que, con nuestro comportamiento y disciplina se logre salud en cuerpo y alma. Muchas gracias Maribel, Dios te recompense.

¡Ánimo ingao..!

Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz

     

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