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LA MIGRACIÓN FEMENINA

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LA MIGRACIÓN FEMENINA

Por María Eugenia Espinosa Mora*

 

 

La migración es un fenómeno social que implica la interacción social en un mundo globalizado, involucra transformaciones económicas, políticas y culturales, por lo que se vuelve un asunto de derechos humanos importante de considerar como parte de la historia de la humanidad.

 

El fenómeno migratorio, requiere ser analizado desde una visión de género, integral y crítica, que analice la problemática que viven las mujeres en su decisión de trasladarse de un lugar de origen a uno de destino, y que se convertirá en expectativa de vida.

 

Las mujeres que toman la decisión de migrar, enfrentan graves conflictos diferenciados de los hombres, pueden hacerlo solas o acompañadas de una pareja, de hijos o hijas o de algún familiar, por ello se debe realizar una contrastación sociológica frente a la vigencia de sus derechos humanos, así como analizar los procesos de victimización que afectan el respeto y reconocimiento de esos derechos, así como las instancias y autoridades que los vulneran.

 

El incumplimiento de los derechos de las mujeres en condición de migración, se genera por diversas formas de violencia institucional y de género, ello es parte de un problema estructural que atraviesa las instancias de procuración y administración de justicia, de ejecución de sentencias, pero particularmente las de seguridad.

 

Diseñar una política pública se requiere identificar y modificar factores de riesgo social e individual, ya que la migración femenina está rodeada por un sin fin de hechos delictivos, y exige esfuerzos interinstitucionales para incentivar estrategias preventivas y políticas sociales o criminales acordes a las necesidades de protección.

La no actuación institucional ante este fenómeno, genera impunidad y corrupción, debido a la omisión, la falta de cooperación y de acción, que lamentablemente en muchos casos provoca inclusive, la forma extrema de la violencia de género, que es el feminicidio, la muerte violenta contra las mujeres por ser mujeres. Esta inobservancia genera innumerables violaciones a sus derechos humanos, constituye un obstáculo al desarrollo social, un asunto de inequidad de género y un tema de alta prioridad en la agenda de la política pública en nuestro país.

En un contexto de inseguridad y violencia, de falta de acceso a la justicia, a la seguridad, a la igualdad, y a una vida libre de violencia, se encuentra el fenómeno migratorio femenil.

Aunado a las conductas misóginas que reproducen los estereotipos, prejuicios y estigmas presentes e institucionalizados en todas las esferas de la sociedad, que motivan actitudes misóginas, machistas, de discriminación y violencia durante su traslado.

 

Hablar de mujeres migrantes implica considerar a la migración no solo como un componente demográfico que pone en juego diversos derechos, es una asignatura pendiente de la sociedad mexicana.

 

La migración femenina se estructura por edad y sexo de la población, engloba cuestiones físicas, sexuales y emocionales, como en los casos de hostigamiento y acoso sexual, prostitución, violación, secuestro, extorsión, trabajo forzado, amenazas, tráfico de órganos, trata, venta y explotación sexual infantil, por mencionar algunos.

 

Desde una visión socio-jurídica, se puede reflexionar sobre algunas de las problemáticas como la desaparición de mujeres, las cuales no son buscadas con la debida diligencia, ya que por el hecho de migrar y estar fuera de sus hogares son vistas como “malas madres, malas mujeres”, ni siquiera las consideran dignas de una búsqueda y localización.

 

Además, la inexistencia de datos sobre las mujeres jornaleras, migrantes, indígenas y en situación de pobreza, que laboran dobles o triples jornadas de trabajo, y en su mayoría pertenecen a comunidades indígenas y rurales, las cuales se emplean en el servicio doméstico, como trabajadoras del hogar y, a veces, son ultrajadas por sus patrones y abusadas sexualmente o en ocasiones, por cuestiones de marginación y pobreza, sus padres se ven obligados a entregarlas a personas que las mantienen en condiciones de esclavitud, es innegable que la migración también trae aparejado el fenómeno de la “feminización de la pobreza”, que influye en la toma de decisiones para migrar. Actualmente las mujeres constituyen casi la mitad de la población de migrantes internacionales.

El calificativo puede variar dentro de la tipología de la migración, migrantes temporales, pendulares, que están en constante ida y vuelta de sus lugares de residencia a los de destino; o de carácter estacional, pero en el fondo, las mujeres casi siempre se emplean en el sector terciario, son empleadas en la industria maquiladora (fábricas), el servicio doméstico, intendencia, restaurantes y pequeños comercios, así como el sector de entretenimiento, entre muchos otros. 

La realidad muestra que las mujeres migrantes, en múltiples casos, no son vistas como personas honorables sino como delincuentes, afectadas por la violencia familiar y de género en grado extremo, debido a que, en razón de su sexo, se las ubica en una situación de vulnerabilidad: son explotadas sexualmente, abusadas y hostigadas sexualmente, privadas de su libertad, violadas, reciben trato denigrante y son asaltadas; se convierten en víctimas de violencia y de maltrato institucional.  Las personas agresoras de las y los migrantes suelen ser, entre otros, algunos agentes migratorios; policías municipales; policía judicial de cada entidad federativa; instancias policiales a nivel federal; agentes aduanales; patrulla fronteriza; “polleros”; delincuentes comunes y los propios miembros del ejército mexicano.

 

Es así que no se deben dejar de lado los factores de expulsión y atracción del fenómeno de la migración, que la población migra por múltiples y diferentes factores, tanto por motivos personales, o laborales, como empleos mal remunerados o desempleo, conflictos políticos, pobreza, carencias de educación, de salud, reunificación familiar, inseguridad, por desplazamientos forzados, por afectación del medio ambiente o catástrofes naturales, por mejores alternativas de vida, por tradición, o por amenazas e inseguridad del narcotráfico y del crimen organizado, por mencionar algunos.

 

Sobre todo, hay que visibilizar los cambios sustanciales que se han presentado en el vínculo de la atención a la migración y a los derechos de las mujeres, a partir de un nuevo paradigma, en el que no sean vistas como sujetas pasivas, acompañantes de los hombres, sean éstos sus esposos, parejas, hermanos, hijos o parientes, sino como actoras sociales y políticas, que toman decisiones frente a sus vidas en situación de migrantes indígenas, jornaleras agrícolas, universitarias, amas de casa, etc., por lo que deben ser consideradas en las políticas públicas en la materia, que consideren su participación y punto de vista.

 

Lo anterior, implica también considerar su papel en los procesos migratorios, los cambios en las relaciones de pareja, a partir de las decisiones de quién debe migrar, tomarlas como seres transformadoras, que desarrollan sistemas de organización y de reproducción social, en un contexto histórico cambiante, de acuerdo con el entorno social.

 

Los datos reflejan el panorama descrito:

 

ü  Respecto de la estructura por género, de 2018 a 2019, se incrementó en un 14% la presencia de mujeres presentadas ante la autoridad migratoria, de 19.5% a 33.3%. (SEGOB/INM)

ü  Se estima que 12 millones de personas mexicanas residen en el exterior, la gran mayoría (97%) en Estados Unidos. (IME 2017)[1] De las mujeres trabajadoras migrantes en Estados Unidos, aproximadamente 56% son solteras y 60% jefas de hogar.

ü  9 de cada 10 mujeres migra para reunirse con la familia, trabajar o estudiar; y 8 de cada 10 hombres lo hacen para buscar trabajo o conseguir uno mejor pagado (INEGI 2014)

ü  La migración es uno de los tres sectores donde las mujeres encuentran mayor rentabilidad y empleo a corto plazo, junto con la maquila y la economía informal.

ü  La proporción de mujeres divorciadas, separadas o viudas es mucho mayor que la de los hombres en condiciones de migración.

ü  La mujer migrante es víctima de violencia sexual con mayor frecuencia que los hombres, en una proporción de 100/1.[2]

ü  Aproximadamente el 58% de las personas jornaleras son población indígena (mixtecos, zapotecos, triquis y tlapanecos).

 

Es un imperativo mejorar las condiciones sociales y materiales de vida de las mujeres migrantes, mediante estrategias de prevención y seguridad, para romper la marginación y lograr igualdad, equidad y justicia para enfrentar este fenómeno tan complicado y multifacético en condiciones de justicia social.

 

* Es doctora en Ciencias Penales y Política Criminal y maestra en Política Criminal y socióloga..

 

Imágenes: Centro PRODH y La izquierda Diario.



[1] https://sinfronteras.org.mx/wp-content/uploads/2018/12/Construyendo-un-modelo-de-atenci%C3%B3n-para-mujeres-migrantes-v%C3%ADctimas-de-violencia-sexual-en-M%C3%A9xico..pdf