Especial

LA MISIÓN DEL ÁLAMO…

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Don Antonio López de Santa Ana, seguía festejando su cuadragésimo segundo aniversario, acontecido dos días antes. Con el acero presto en la diestra y el bridón en la siniestra, vociferó la orden a sus tropas de conminar a los rebeldes sublevados y apostados en la MISIÓN DEL ÁLAMO, —construida en San Antonio Béjar por los españoles en el siglo XVIII—, a doblegarse; era la mañana del 23 de febrero, pero del año de 1836.
Con las primeras escaramuzas, don Antonio vaticinaba, que en menos de lo que canta un gallo, iba a someter a los insurrectos filibusteros, que tres meses antes habían echado a correr de su propia plaza a la guarnición mexicana, bajo el mando de su cuñado el general Martín Perfecto de Cos.
Don Antonio López de Santa Ana, comprendía el origen de esa campaña militar. Sabía que desde tiempos del imperio de Iturbide, los colonos europeos habían obtenido permiso para colonizar y explotar el territorio de Tejas; sabía que esos filibusteros estaban condicionados a que profesaran la religión católica, respetaran la Constitución del 24 y que por ningún motivo se les permitiría tener esclavos.
Sabía que debido al Federalismo, México empezó a dividirse y que algunos estados como Sonora, Yucatán, Tejas, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Chiapas, querían convertirse en repúblicas independientes y por eso había alistado sus arreos; sabía que por eso dejó la comodidad de Manga de Clavo; sabía que por eso fue al rescate del país e instituir nuevamente el régimen Centralista y controlar todo desde la Ciudad de México.
Para esa acción, de llegar a San Antonio Béjar, Don Antonio organizó un ejército de seis mil hombres, divididos en tres contingentes; al General tucsonense José Urrea, lo mandó avanzar por toda la costa del Golfo; al general italo-guatemalteco Vicente Filisola, lo mandó por el centro y él, jalapeño de corazón, se dispuso a avanzar por el oeste. Tenía varios enemigos; lo primero a vencer era la distancia de mas de mil quinientos kilómetros; lo segundo, los terribles y crueles fríos del invierno; lo tercero, conseguir alimentos y bebidas, zapatos y ropa. “Cualquier cosilla”.
Amigos, esta histerieta continuará. No sin antes enviarles el mensaje de Sun Tzu: “El supremo arte de la guerra es doblegar al enemigo sin luchar”
¡Ánimo ingao…!
Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz
Listo el DJ, les manda esto para que la identifiquen.

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