El Valor de Nuestra Gente

Tiempo de Reflexión

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El valor de nuestra gente

Linda Rubi Martínez Díaz

 

 

Hola amigos lectores, les saludo con el cariño de siempre. Hace unos días comenzó un periodo importante para nuestra comunidad religiosa, La Cuaresma, y cuyo punto de partida lo marca el Miércoles de Ceniza. Pero más allá de la marca en forma de cruz que nos reconoce como miembros hermanados en Cristo, lo importante es saber el significado que se esconde en nuestra relación con Dios y con nosotros mismos.

Como cada ciclo, éste en particular busca invitar a la meditación sobre el pasado en torno a las cosas que hemos hecho en pro o en contra de nuestros hermanos, pero más aún, sobre la necesidad de re-flexionar, es decir, de examinarnos a nosotros mismos y ver nuestro actuar para darnos cuenta de nuestros pecados. Tomar ceniza es en realidad una confesión personal sin intermediarios, un momento de sinceridad expresado en el reconocimiento de la fragilidad humana. Así como recibir el Cuerpo de Cristo en la liturgia semanal no es un acto reductible a cualquier otro pues debe resultar de una armonía entre nuestra alma con lo divino, el decidir marcarnos en ceniza debe ser producto de la humildad, es decir, de reconocer nuestra pequeñez y debilidades, de la necesidad de Dios que da sentido a nuestro estar en el mundo.

Reconocernos como pecadores es solo un paso que se ve completado con nuestro total arrepentimiento. De lo contrario, llegar con acciones que muestran lo contrario a las verdaderas intenciones conllevará a trasgredir uno de los más sagrados mandamientos: no dar falsos testimonios.

Por ello, yo les invito amigos lectores a unirnos en oración por los próximos cuarenta días previos a la celebración más importante para la iglesia católica que es la Pascua del Señor, promoviendo la fraternidad humana, compartiendo nuestros bienes materiales y espirituales, perdonando, y al mismo tiempo no juzgando a nuestros semejantes; así como a cambiar la perspectiva de la situación social en la que vivimos y renovar nuestra esperanza de que siempre hay un mejor mundo posible qué construir. Y este actuar hay que verlo en perspectiva, puesto que por un lado es necesario el trabajo espiritual, pero por otro, las cosas no pueden cambiar si uno no las reflexiona y a un más, las realiza.

Nos leemos la próxima, que Dios los bendiga.

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