MIS INICIOS DE PROFESOR
MIS INICIOS DE PROFESOR
René Sánchez García
Recuerdo que sucedió en los primeros días del mes de diciembre del año de 1972. Por un cambio de adscripción del
titular de la asignatura de Pedagogía
Preliminar en el segundo grado del bachillerato, dejó su encargo. El
director del plantel me comisionó para cubrir ese espacio vacante. En aquel
entonces no había un programa a seguir como hoy existe. El único instrumento
seguro de trabajo era el libro de Pedagogía de Lorenzo Luzuriaga (Ed. Lozada,
Argentina), que se complementaba con la Historia de la Educción de José Manuel
Villalpando (Ed. Porrúa, Méx.). Libros por cierto también utilizados en la
Escuela Normal Veracruzana como en Pedagogía de la Universidad Veracruzana.
Los salones de la Escuela
de Bachilleres “Mtro. Joaquín Ramírez Cabañas”, de Coatepec, Ver., eran los
tradicionales, donde el pizarrón de madera en color negro, se convertía en el
único auxiliar didáctico, junto con los gises de colores. Por ello, que cuando
me inicié como profesor, explicando las características de la educación en
Grecia y Roma, lo realicé de manera verbal, asunto anterior que me conflictuaba
grandemente, porque los 50 minutos de clase me parecían eternos. En el pizarrón
anotaba los puntos importantes del tema, mismos que me servían de guía, para no
perder la ilación, pues el miedo y los nervios me traicionaban.
Confieso que en varias
ocasiones ocupé el antiguo recurso del dictado, a fin de que mis alumnos
tuvieran información seleccionada para estudiar para los exámenes bimestrales.
En los meses siguientes, algunas hojas de papel revolución que salían del mimeógrafo
escolar (antecedente de las fotocopias de ahora) facilitaron mi quehacer
docente, pues mis alumnos no sólo leían algo nuevo, sino también subrayaban
párrafos. Meses antes de terminar el curso, los cuadros sinópticos me sirvieron
de maravilla para soportar esos minutos que estresan, así como también dos o
tres dinámicas de grupo elementales.
Como el libro de
Luzuriaga venía cargado de aspectos filosóficos, para aclarar conceptos y
definiciones, recurría frecuentemente al Diccionario de Filosofía de José
Ferrater Mora; igual pasaba con Villalpando que fue todo un experto en
cuestiones históricas de la educación. Los exámenes bimestrales los diseñé de
manera objetiva, pero igual utilicé cuestionarios, desarrollando temas
seleccionados previamente. Aún recuerdo bien ese mi primer salón de clases y
las caras atentas y aburridas de los 43 alumnos y alumnas del área de
humanidades del período escolar 1972-1973. Para el examen final encargué un
trabajo de investigación individual, que versara sobre la vida y obra de los
más reconocidos pedagogos de la historia. Esta mi primera aventura terminó
felizmente el 30 de junio de 1973, sin alumnos reprobados.
Puedo asegurarles que mis
miedos, temores y nerviosismo docente de principiante me acompañaron por varios
años en las aulas escolares, pero desaparecieron con la práctica, con nuevas
lecturas y la investigación profesional docente constante. Aprovecho este espacio para enviar a todos los profesores y profesoras
mis felicitaciones sinceras por la labor de educar, trasmitir conocimientos,
construir nuevos saberes en sus educandos y transformar realidades sociales, a
fin de que podamos todos vivir en un mundo siempre mejor, ajeno a todo tipo de dogmas que nos lleven
equivocadamente a pensar y actuar todos iguales y perder nuestras libertades
conquistadas. Recordemos, que es mejor siempre emplear los conocimientos
científicos, la razón, la inteligencia, la imaginación y la creatividad
humanas. ¡¡¡FELIZ DIA DE LA MAESTRA Y EL MAESTRO!!!