Especial

PACTO DE LA CIUDADELA Y LA HISTORIA ES DESGARRADORA (Última parte de la serie)

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                Después de la tempestad, viene la calma. El momento ríspido entre Don Gustavo y el Generalote Huerta, quedó atenuado. Al día siguiente a esos hechos, ambos protagonistas platicaban confiadamente a la hora de la comida, cuando a Huerta le informan que sus hombres apresaron en Palacio Nacional a Madero y al Vicepresidente Pino Suárez.
 La conjura estaba planchada; con argucias Huerta le pide prestada su pistola a Gustavito, y se sale del recinto a ver a sus prisioneros; al instante entra el comando de la muerte, detiene a Gustavo y lo mete dentro de un vestidor del restaurant, envuelto en cinta canela (o similar de aquella época).
                Ya por la noche de ese mismo día, el embajador  Henry Lane Wilson jugando de Home Team, reunió a Díaz y a otros embajadores donde Huerta les informó que en virtud de la ineficacia del presidente y para evitar más derramamiento de sangre, “─he hecho prisionero al señor Madero y a otros de su gabinete para salvar la angustiosa situación”.
                 Ahí se repartieron el pastel. Wilson se conformaba con una concesión de pozo petrolero; Díaz le tocaba la presidencia en menos de setenta y dos horas y mientras se resolvía la situación, el encargado en exclusividad de todas las acciones era Don Victoriano (el que parte y reparte, le toca la mejor parte). Todos esbozaron la mejor de sus sonrisas, al firmar el acta que selló este PACTO DE LA CIUDADELA.
                Las horas del trigésimo octavo mandatario de la República, estaban contadas; a Gustavito, después de sufrir los embates de la tortura y con toda animadversión y rabia, lo transformaron en cadáver.
                Los golpistas al día siguiente, prepararon la mayor farsa que ha registrado la Historia. Siguiendo la logística de lo pactado en la embajada del tío Sam, prometieron al presidente y al vicepresidente que no serían afectados en sus personas ni en sus bienes, a cambio de que renunciaran a sus cargos; acto seguido, se marcharían exiliados a la hermana República de Cuba (Madero pudo haberles creído).
                Amigos, esta histerieta está por fenecer; vamos a recordar lo que dijo don Pedro Augusto Calderón de la Barca: “Siempre el traidor es el vencido y leal es el que vence”.
                ¡Ánimo ingao…!
                Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz
                Un cordial saludo del DJ y que se la pasen de rec hupete.
               http://youtu.be/YrRdwedzMkQ
LA HISTORIA ES DESGARRADORA
                El escenario quedó preparado, y los personajes más que listos. El presidente Madero y su probo Vicepresidente, tenían sus plumas llenas de tinta y firmaron sus renuncias. La Nación se quedó sin mandatario y según la Constitución de 1857, la presidencia correspondía al ministro de Relaciones Exteriores; en este caso al abogado capitalino Don Pedro Lascuráin Paredes (tío de mi amigo Bernal), que en 45 minutos desahogó todo lo que se le acumuló de chamba: rendir protesta, nombrar secretario de Gobernación a Huerta y renunciar (el irse a su casa ya no le contó como parte de sus labores); por default don Victoriano SE CONVIRTIÓ EN EL SUPREMO.
                Y llegó el día que murió la Patria. De todos los trabajos sucios, había que hacer el más sucio y para ello eligieron al que tenía más experiencia para esas faenas, iniciadas cuando apresó a los mandatarios; el michoacano que cuando mozuelo de 18 años, formó parte del pelotón de fusilamiento dando muerte a Maximiliano y chambelanes en el Cerro de las Campanas; el único que nunca olvidó los estruendos al dar el tiro de gracia a los tres condenados; el mismo que despellejaba a los rebeldes mayas dejándolos secarse al sol; y el del nombre de las cinco vocales Aureliano Blanquet, se aplicó.
                A madero y Pino Suárez, esa noche los sacan de sus celdas para trasladarlos al Palacio de Lecumberri ; la orden era internarlos por la puerta trasera; Madero replicó la inexistencia de la puerta trasera; al momento el esbirro Francisco Cárdenas le propina un balazo en la sien; Rafael Pimienta hizo lo mismo a Pino Suárez.
                Ningún embajador, ni siquiera el cubano Don Manuel Márquez Sterling, que abogaba por la vida de Madero, pudo evitar el execrable exterminio con toda alevosía y ventaja que cometieron las hienas comandadas por Aureliano.
                Duele, duele mucho; LA HISTORIA ES DESGARRADORA; tenemos obligación de conocerla, jamás perder la memoria y no permitir que se repita.
                Amigos, Rubén Darío nos habla en las exequias: “Es la tarde gris y triste. El mar viste de terciopelo y el cielo profundo viste de duelo”. Feliz fin de semana, nos leeremos el lunes.
                ¡Ánimo ingao…!
                Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz

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