Especial

Pellicer y la Villa Hermosa

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Don Hernando Cortés, hábil bachiller salamantino, una vez que al cacique maya Taabscoob, en la batalla de Centla, lo rinde a la corona española, se da tiempo para recorrer los bordes del río Tabasco y en su margen izquierda funda la villa de Santa María de la Victoria, quedando así registrada, la primera población en territorio continental de México. Un año antes, en otra intrépida expedición, el piloto marino don Antón de Alaminos, divisa la gran desembocadura del río y junto con el capitán don Juan de Grijalva, se internan al gran caudal. Eso nos lo contaba el profe Toño en la cátedra de historia.

Y continuando con la clase, conversaba que, cuarenta y cinco años más tarde, en plenas discordias de la flota española, con la francesa e inglesa, tomaron el mar Caribe como un gran coso y los ataques de los piratas enemigos acosaron la villa de Santa María, bastión español, por lo que algunos pobladores se trasladaron a otro punto localizado ochenta kilómetros río arriba, al que le llamaron San Juan Bautista. Pasadas otras cuatro décadas, por decreto del monarca Felipe II, se oficializó el nombre de la Villa Hermosa de San Juan Bautista. Con eso remataba el querido profe.

Esto viene a colación, porque la Villa Hermosa de San Juan Bautista, Tabasco, fue la cuna del escritor, poeta, museógrafo y político, don Carlos Pellicer, nacido el día dieciséis del primer mes de 1897. El joven Carlos, después de una infancia llena de penurias, logró destacar en la escuela Nacional Preparatoria y obtuvo el nombramiento para encabezar una representación estudiantil a Colombia y Venezuela. Lo oprimido del pueblo venezolano, es el motivo de su conmoción; al regreso al rendir su informe, pronuncia un exasperado discurso en contra del dictador Juan Vicente Gómez (no deja de sufrir Venezuela), que hace llamar la atención de nuestro respetado filósofo José Vasconcelos, invitándolo inmediatamente a colaborar con él en un nuevo ateneo de la juventud. A invitación del poeta argentino José Ingenieros, Pellicer cruza el Atlántico, conoce la torre Eiffel, el Sena y los campos Elíseos y se enlista en la universidad de la Sorbona para entrarle a eso de la museografía. Todo lo aprendido, lo difunde años más tarde en la creación del Parque Museo la Venta, Tabasco.

A su regreso a México, participa en la campaña presidencial de su maestro Vasconcelos, siendo testigo de uno de los tantos fraudes electorales que han vilipendiado a nuestra democracia, teniendo que autoexiliarse por los atropellos cometidos a su persona por la parafernalia gubernamental. En la década de los sesenta, lo distinguen con el premio Nacional de Literatura, y para 1976, es elegido senador de la República; activo en este ejercicio, el poeta Carlos Pellicer Cámara, muere el16 de febrero del año de 1977 en la ciudad de México. Sus restos reposan en la Rotonda de las personas Ilustres, dentro del Panteón Civil de Dolores.

Amigos, Don Carlos alguna vez pronunció algo muy bello que aquí reproducimos: “Quiero que nadie sepa que estoy enamorado. De esto entienden y escuchan solamente las flores.”

A cuarenta y tres años del viaje eterno, sigue vigente.

¡Ánimo ingao…!

Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz

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