Sobre todo, un buen amigo y colega
René Sánchez García.
Coatepecano cien por ciento. Miembro de una vieja familia dedicada por años al cultivo del café, al igual que en su momento, especialistas en los famosos “curados” de frutas, que fueron la delicia de propios y extraños por más de cincuenta años. Nacido allá por el año de 1941, cuando este pueblo ni sabía que sería considerado algún día como colonial, mucho menos mágico. Época única de esplendor del café y la naranja, cuyas cosechas y exportaciones dieron la vuelta al mundo para catalogarnos como una comunidad fuerte y próspera. Hoy todo eso es sólo parte de la historia.
Mi amigo vivió esa época. Estudió en la Escuela Cantonal “Benito Juárez”, después la secundaria en aquella vespertina “Coatepec”, más tarde el bachillerato en la entonces reciente “Maestro Joaquín Ramírez Cabañas” y finalmente se fue al puerto a cursar sus estudios profesionales de Periodismo en la Universidad Veracruzana. Le tocó allí recibir las enseñanzas ejemplares de parte de esos viejos lobos que laboraban para el diario informativo “El Dictamen”, el decano de la prensa nacional.
Después de laborar para algunas dependencias gubernamentales dedicadas al apoyo al campo en el sur del Estado, regresó a su tierra a ejercer la labor de informar. Recuerdo allá por los años setentas haber leído sus colaboraciones para “Diario de Xalapa” de Rubén Pabello Acosta, así como algunas más en otros periódicos de nuestra ciudad capital. Exactamente en el año de 1973, cuando recién egresé de estudiar Pedagogía, mi amigo Tomás David Matus Galván me invitó a colaborar en un pequeño periódico sabatino llamado “Verdades”, fue allí donde nos convertimos en colegas y nació nuestra amistad.
Casi estoy seguro que por aquellos años ya colaboraba con su columna Cafetópolis para el semanario informativo “El Regional”. Fue allí donde pasó sus mejores años, plasmando cada semana sus impresiones sobre la vida cotidiana de este lugar. Aunque sólo le faltó escribir sobre política en dicha columna sabatina, él fue una mezcla de historiador y cronista. Y es que mi amigo Matus Galván, si bien y que me disculpe, nunca ha aprendido a escribir como todo un profesional, tiene una gran capacidad de observación, que le permite fijarse siempre en esos pequeños detalles de la vida mundana de la ciudad. Y es que quién de nosotros al subir las escalinatas del palacio municipal se detiene a observar el deterioro que tiene el mural dedicado al Benemérito de las Américas, nadie. O bien quién se toma un tiempo para ir a la congragación de la Orduña a ver esos árboles que conformaron “El túnel del amor”, nadie. Pero sobre todo soñar escribiendo que alguien los rescatará.
Y es que siempre ha sido un Quijote sin Sancho, que camina solitario por las calles de esta ciudad, con ese caminar pausado, observando hasta el más insignificante detalle, para después llevarlo a la máquina de escribir y entregarlo puntualmente a “El Regional” para su publicación. Así, sin querer, paso a pasó ha venido conformando la historia de muchas cosas de este lugar por casi más de 40 años. Para mi es el Cronista de la Ciudad. Para mi es el fotógrafo mental de todo aquello simple y común. Para mí es un historiador, sí, pero de esa historia con “h” minúscula, tan importante como la que se escribe con método y técnica para ser vista con “H” mayúscula. Sus más de 1000 colaboraciones podrían conformar esa película que daría pena proyectarla.
En las ocasiones en que coincidimos para charlar se me dificultaba entenderlo debido a sus problemas de pronunciación, comprendo sólo la mitad de lo que me dice. En fin es un buen amigo, educado, cortés, humilde, que no miente. Recuerdo que hasta mi casa me llevó una fotocopia del libro de poemas de Pacona García Batle. Recuerdo que se pasó semanas buscando entre sus archivos mis primeros artículos publicados en “Verdades” y me los llevó para recordar mis inicios. Hablamos alguna vez de hacer una revista y tiene deseos de llevar a cabo este proyecto. Finalmente nos enteramos que Tomás David Matus Galván se encuentra desaparecido desde algo más de tres semanas y parece que no hay la menor pista para hallarlo. Estamos entrando en la etapa del olvido sobre este asunto penoso de mi amigo y colega, como todas esas cosas que observó y escribió, mismas que son ya cuestiones olvidadas, ni modo.
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