La Otra Versión

Testimonios de la Migración en el Sur (II)

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René Sánchez García.

 

La semana pasada en esta misma columna, hablé un poco de la problemática que padecen las familias, mujeres, hombres y niños de algunos países centroamericanos. Asuntos de pobreza extrema, marginación social, falta de empleo y seguridad y división en las creencias religiosas, que traen como consecuencia que se organicen en grupos y caravanas para cruzar nuestra frontera sur y encaminarse por todo lo largo del Golfo de México, y poder así intentar cruzar la frontera norte e internarse en los Estados Unidos de Norteamérica (USA) en busca de algún empleo temporal, que los ayude a aliviar su situación económica precaria.

Decía que actualmente existen en México casi 4 millones de centroamericanos migrantes, que se encuentran en espera de que las políticas internacionales del presidente Donald Trump se modifiquen a su favor, o bien que el presidente Andrés Manuel López Obrador, pueda llegar a un acuerdo legal para que los centroamericanos crucen la frontera norte, o quizá puedan quedarse en México como migrantes adoptados con algunos derechos legales. Igual señalaba cómo estos hombres y mujeres son objeto de violaciones a sus derechos humanos por parte de nuestros cuerpos de seguridad.

La situación de rechazo no sólo queda allí, sino que también estos migrantes no son bien vistos por la sociedad mexicana, pues argumentan que la gran mayoría son personas que se dedicaban en sus países correspondientes a la delincuencia, lo que hace que nuestro país se convierta en un lugar bastante inseguro. Lo cierto y verdadero es que estos migrantes están aquí y los podemos ver ya en las esquinas de las avenidas y calles solicitando alguna moneda sobrante de nuestro bolsillo. Hoy incluiremos otro testimonio aparecido en la revista mensual Letras Libres (no. 247, julio de 2019), que nos sirva para conocer de viva voz lo que ellos padecen en su tránsito por México. He aquí el segundo testimonio:

“Lamentablemente, México es otro país que se ha puesto muy racista, no quiere dejar pasar al inmigrante. Va uno viendo, escondiéndose de migración mexicana, del ejército, de los federales. Uno va escondiéndose entre el monte, rodeándolos. En este tiempo, el dinero es dinero. Si nos agarra la policía, denle dinero. La policía eso quiere. Que por dinero no los vayan a dejar”

“A mí me bajaron, me llevaron a un barrancón donde había un basurero. Me tiraron al suelo, me golpearon, me sacaron el dinero, me dijeron que me iban a sacar la lengua, que me iban a matar. Ese día a tres nos llevaron a ese basurero, nos dispararon con las armas, nos dejaron ahí tirados a las seis de la tarde. Le digo, ese país de México. Es que ahora la corrupción donde quiera está. Nos dejaron abandonados. Con ayuda de Dios, salimos a la carretera. Pedimos de favor, limosnas, para ver si llegábamos. La ley de allá, con perdón de usted, le digo que es una basura. Si cumplieran su trabajo como debe ser. Ahora de todo lo que se trata es dinero y dinero”.

“Con solucionar un poco mis problemas es suficiente. No me hago a la idea de quedarme. Yo le pido a Dios que me dé la oportunidad de llegar allá para solventar mis problemas y me regreso. Yo sé que el país (Estados Unidos) es muy desarrollado, tiene muchas oportunidades, pero es para su propia gente, no para nosotros. Si Dios me permitiera salvar mi casa, ya no me arriesgo. Imagínese, si la pierdo, ¿dónde van a vivir mis hijos? Cada uno piensa eso: tan siquiera que mi casa se salve, que vaya ganando lo del día, los frijolitos”. Madronio García, 47 años, Chapa, Chimaltengo, Guatemala.

Sagare32@outlook.con

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