Ars Scribendi

FLOR CATORCE

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ARS SCRIBENDI

Rafael Rojas Colorado

 

—Una vivencia del otoño de 2018—

            La lluvia no dejaba de caer, desde temprano bañaba la ciudad. El frío calaba los huesos, tal vez esa fue la razón por la decidimos entrar a “Flor catorce”. Un espacio para saborear café. Sus compartimientos acogedores, bien distribuíos, algunos bañados por la luz y otros difusos, pero también agradables, además, libros de consulta para que el cliente se recree en sus páginas, y otros textos a la venta entre algunas llamativas prendas para el sexo opuesto.

Innumerables parejas compartiendo esos momentos que la vida les regala en plena juventud. También gozando de sus años mozos el equipo de camareros, todos ellos atentos y ofreciendo el mejor servicio a los consumidores. Nuestra edad ya avanzada, pero nos animamos a regar un poco de felicidad al corazón, un poco de regocijo en ese bonito espacio en el que las horas suceden demasiado lentas. Me llamó la atención una fotografía del Cerro Escuingo decorando una pared de ese lugar, forma parte del paisaje que ilumina a un pueblito de la sierra. Nos acomodamos con mi esposa en una mesita ubicada en un rincón, dos sillas de madera nos proporcionaron cierta comodidad, ya sentados nos tomamos de la mano y nos miramos fijamente a los ojos, en un fugaz instante visualizamos aquellos lejanos años cuando la juventud todavía nos acompañaba. El tiempo es breve, no cabe duda.

En ningún momento nos sentimos extraños por estar a lado de tantos jóvenes, todo lo contrario, vivenciábamos una agradable experiencia entre mi esposa y yo, ya libres de muchas ataduras; nos convidaban de su perfume unas plantas que reposaban muy tranquilas en sus macetas, recuerdo el nombre de una de ellas, “Cuna de Moisés”, una más “Teléfono”, como si con su nombre avalara que allí es un espacio para comunicarse con quien nos acompañamos o en su defecto consigo mismo, a veces hay demasiada cosas que platicarse a sí mismo sumergidos en el silencio.

 

 

 

 

 

 

Las presentes líneas las escribí sobre una servilleta del singular café que lleva el nombre de una flor, en la mesa, frente a una taza con café como testigo, mi esposa y yo nos dijimos mucho más en silencio que con las palabras, un instante nos reveló la historia de nuestra vida como pareja de tantos años de matrimonio. Como lo menciono en un principio, la tarde se presentaba lluviosa y pálida, pero, finalmente, así la exhibía el otoño, una estación que siempre esperamos con impaciencia. Esta bella experiencia nos deja “Flor Catorce”, un acogedor café en las entrañas de la ciudad de las flores.

 

 

 

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