Crónica Coatepecana

COSTUMBRES Y CREENCIAS COATEPECANAS

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Dr. Jesús J. Bonilla Palmeros

Cronista de la ciudad de Coatepec

 

(Segunda parte)

La crianza de las aves de corral

Muy común entre la población coatepecana era la crianza de aves de corral, actividad que implicaba una serie de conocimientos transmitidos de generación en generación. Antaño se tenía la costumbre de observar los huevos a trasluz con el apoyo de una vela encendida, para ver si tenían “corona”, en sí un pequeño espacio circular en un extremo, y si lo tenían, esos eran los huevos idóneos para echar a la gallina clueca, pero en caso de no tener la “corona” mejor ni usarlos porque se “engüerarían”. Por lo general los huevos que no servían para empollar, eran aquellos llamados de “tierra” cuando las gallinas no tenían gallo que “las pisara”, o de plano el gallo no era buen “chinachtle”, de esa manera se les llamaba a los gallos que se apartaban para encastar, y se deriva del nahuatlismo para referirse a la “buena semilla”.

Cuando se echaba una gallina clueca, si era grande, se le ponían hasta veinte huevos, algunas personas pensaban que de los huevos redondos saldrían pollos, y de los alargados las pollas, pero la verdad no siempre resultaba verdadero. Ya dispuesto el lugar para echar a la gallina, se le acondicionaba con paja el espacio y debajo se colocaba una herradura o fierro viejo, para evitar que los huevos se “voltearan” con los truenos y las descargas eléctricas durante la tempestad. Aparte se le amarraba a un lado un trapo de color rojo con el fin de contrarrestar los malos aires, o que se “empañaran” los huevos y no pudieran nacer los pollitos, la gente decía que se “empañaban” cuando alguien iba a un velorio o al panteón, por tanto la membrana que cubre el interior del cascarón se endurecía y el pollo por más que picaba no podía romperla y moría. Aparte se le colocaban hojas de tabaco para que no se criaran los “pepeyotes”, y terminaran todos los de la casa empepeyotados, que la mera verdad era un relajo acabar con animalitos tan minúsculos, y sobre todo aguantar la sensación de que le andaban a uno por todo el cuerpo.

El proceso de incubación de los huevos duraba veinte días, y lo primero que se hacía era darle ajonjolí para purgarlos, posteriormente conforme iban creciendo se les daba arroz, nixtamal martajado, masa, matlale, los sobrantes de la comida del día y maíz. Pero la comida no se les debía de dar caliente porque les saldría “pepita”, delgada membrana que se les formaba a los pollos debajo de la lengua, lo cual se detectaba porque los pollos constantemente silbaban, entonces había que ponerse un poco de ceniza en los dedos y arrancarles el pellejito. De no hacerlo el animal tendría problemas para comer y enfermaría.

También era distintivo que las personas identificaran las aves de corral con determinados nombres, a partir de algunas características, entre los términos más comunes destacan: el japonés (de pescuezo pelado), chino (de plumas totalmente enchinadas), zambo (de patas cortas), apajarado (de cuerpo delgado y alargado), habanero (mediano), copetón, cresta de rosa entre otros nombres usados.

Algunas personas evitaban echar gallinas a finales de junio, y la razón era porque los pollos que nacían en julio eran muy enfermizos, a ello se debe el dicho de “Pareces pollo de julio cuando no te duele la cabeza te duele el c…”. En cambio los mejores meses para criar pollos eran aquellos que abarcaban de octubre a mayo, a diferencia de los que caían en la “canícula y caniculón” porque se consideraban malos (julio, agosto y septiembre).

Para evitar que los pollos se enfermaran en la temporada de calores, sobre todo de viruela que causaba gran mortandad entre las aves de corral, se les ponía en los bebederos, una piedra de azufre o un pedacito de cal de piedra. Y en aquellos casos de que se enfermaran de viruela, el remedio más socorrido era el de ponerles petróleo con una pluma en cada grano.

 

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